viernes, 9 de noviembre de 2012

En el sindicato

El sindicato de los metalúrgicos
No podía creer lo que me estaban contando, y sin embargo es bien cierto. Cuando trabajas en una empresa aquí, ésta tiene asociado un sindicato determinado y por defecto, colaboras con el sindicato y te descuentan de la nómina una cantidad considerable para ayudar al sindicato a mantenerse. A esto lo llaman "contribución asistencial".
¿Qué pasa si no quieres estar colaborando voluntariamente? No te queda más remedio que ir a la sede del sindicato, en persona, y llevar dos cartas manuscritas indicando que no perteneces al sindicato ni quieres colaborar económicamente en el mantenimiento del mismo. Esto se llama hacer una oposición a la contribución asistencial.
Sí, así son las cosas. La sindicación en Brasil no es obligatoria y se tiene derecho a oponerse a estos descuentos. Pero prima el descuento asi que no te olvides de oponerte cada año o te sablean. La ley lo tiene así regulado y te obligan a decir por escrito y en persona, en la sede del sindicato, que no te interesa. Ces't la vie.
Bueno, pues el otro día nos enteramos y fui a llevar las cartas de otra persona, aún a sabiendas que no me lo aceptarían. Pero por probar...
Lo primero que sorprende al llegar al sindicato es que está en el barrio japonés de Liberdade, cerca de un templo Masón y de algún otro japonés. El edificio del sindicato es bastante grande. Por no decir inmenso y, la portada recuerda mucho a esos edificios oficiales comunistas. El hall es inmenso, aunque no lo tengan en un estado óptimo de mantenimiento e iluminación.
En el hall hice la primera cola (mucha gente con cartas manuscritas, por cierto) donde me dijeron que no podría entregar los papeles de otra persona, que solo los míos. No tengo papeles propios pero acepté y me dieron una pegatina que indica el piso al que te tienen que subir.
Un mozo de seguridad franquea la puerta a los ascensores, te revisa la pegatina y te deja pasar. Llega el ascensor movido por una ascensorista y te lleva al piso de tu pegatina.
Estoy en el piso 7, aquí hay otra fila, la definitiva donde todos los que hicimos fila abajo volvemos a hacer arriba. Aquí el procedimiento es sencillo, hay un funcionario que recepciona los papeles, subraya el número que identifica a la persona y pone un sello y una fecha en cada una de las cartas.
La cola va avanzado y me fijo que la chica que está delante de mí tiene dos cartas escritas a ordenador. Mal rollo para ella.
Efectivamente, cuando llega su turno el funcionario le espeta que por qué no hace como todo el mundo, que es obligatorio que sea manuscrita, que se aparte de la cola. Ella no accede y dice que así también es legal. Y comienzan a discutir un poquillo. Ella muy digna, él más todavía. Hasta que el funcionario le pregunta si es abogada. Ella dice que sí. Espera un poco, le dice a ella. Ahora vemos qué hacer contigo.
Mientras este diálogo acontece, yo, sin decir ni pío, deslizo mis papeles al funcionario que ni se fija a nombre de quien van y voilà. Los tengo sellados y me marcho.
La pena es que me quedo sin el desenlace de la abogada y el funcionario. Imagino que ella al final tendrá que escribir a mano las cartas porque a cabezones a éstos no les gana nadie.
Bajo en otro ascensor con ascensorista. Abajo el mozo de seguridad me pide la pegatina, se la doy y me marcho.

1 comentario:

  1. alucinante de verdad, menuda mafia! menos mal q poco operativa y salvamos la situación!!!

    ResponderEliminar