Otro grandioso desayuno nos da fuerzas para otro día de difíciles vacaciones en tierras mineras. Tras la pitanza nos vamos a la Casa de Piedra que no es otra cosa que unas cuevas con estalactitas estalagmitas y columnas en piedra calcárea. Nos ponen un casco blanco de espeleólogo profesional, sin luz porque somos los últimos en llegar al turno de la visita pero ya nos avisan que dentro hay luz suficiente como para no necesitar más. Es cierto, sólo la he echado de menos en un determinado momento en que había tres murciélagos colgados a 30 centímetros de mi cabeza pero en plena oscuridad así que resultaba complicado fotografiarlos sin flash, y no quería disturbarlos por si eran vampiros camuflados y me atacaban y chupaban la sangre. La cueva no es muy espectacular pero está entre árboles inmensos llenos de pájaros chillones así que el entorno puede ayudar a imaginar que se llega a una espesa selva y se avanza hasta llegar a unas cuevas inexploradas llenas de peligros y misterios, como un Indiana Jones cualquiera. Eso sí, hay que imaginar que no se llega acompañado de 40 brasileños con niños. Hay que abstraerse. Pero es entretenido el paseo. 10 reales la visita que dura unos 40 minutos.
| Yo lo sujeto |
| Dame un casco y soy minero |
A la vuelta, por la calzada real, hemos parado en la cascada que los locales utilizan para darse un baño lúdico. Muchos lugareños se acercan en bicicleta para disfrutar de un picnic cerca del agua. Otros en coches con neveras repletas de cerveza, pero todo muy cuidado y limpio. Así, sí.
| Cachoira local. No tirarse de cabeza |
| La ligera comida de hoy |
Después, para recuperarnos de la expedición arqueológica por las selvas birmanas, hemos optado por hacerlo a lo grande, con un feijao tropeiro (típico minero) que estaba muy bien, muy sano y sin apenas calorías, basado en alubias, torreznos, cebolla, salchicha, costilla, lomo, arroz y farofa (una harina que gusta mucho aquí) y bastante barato además. Como hemos comido en la calle, a la sombra de un árbol esquinero que tenía la entrada del restaurante, nos ha acompañado un perro que ha soportado estoico mis miradas sin darle nada durante toda la comida. Al final ya, el can estaba hasta haciendo malabarismos con unos huesos de aceituna así que me he ablandado y le he dado los huesos sobrantes, poco a poco para que no se atragante porque los chuchos son pelín voraces y se tragan todo de golpe. El tierno animal, agradecido, se los ha comido sin protestar y sin separarse de nosotros hasta que nos hemos ido. Sospecho que en ese momento se ha dado cuenta de que ya no había más para comer.
| La banda Anonymus |
Poco más hemos hecho porque con la barriga llena no podíamos apenas movernos así que hemos hecho sesión de curación de descanso en la piscina antes de irnos a picar algo y acudir a un concierto en la iglesia del Rosario. Esta iglesia es la que se construyeron los esclavos para sí mismos. Lo hacían por las noches porque durante el día tenían que "trabajar" en las minas de oro. Los esclavos salían de la mina con polvo de oro en los pelos y luego en la iglesia lo utilizaban para dorar algunos elementos. Viendo la iglesia da la impresión de que trabajaron muchas jornadas y trajeron mucho polvo de oro. La iglesia es sencilla y bonita y el concierto interesante por el repertorio elegido pero, desgraciadamente, las cuerdas no estaban afinadas y era un poco difícil escucharlo. Lo mejor el coro.
Mañana nos vamos a Ouro Preto, que según la guía Lonely Planet, está muchos puestos por encima de Tiradentes. Si es así nos vamos a quedar maravillados porque Tiradentes es genial.
la verdad que al q desafinaba era para regalarle orejas nuevas, si es que sonaba a rayos en los bajos! mira q no darse cuenta en todo el concierto y afinar!! pero por lo demás, muy chulo y original! descubrir compositores brasilenos barrocos ha sido muy interesante!
ResponderEliminarY la comida minera, muy buena. Me ha gustado el feijão tropeiro y el pollo con salsa parda de hoy (mas ligerito y buenisimo). Me gusta todo! no quiero volver!