Sábado
El día antes habíamos pedido que nos ayudaran a encontrar una empresa
que nos llevara a hacer rafting. Nos confirmaron que podíamos y el sábado de
mañana madrugamos para ir. Incluso la dueña de la posada vino a la habitación a
recordarnos que el desayuno estaba listo y que había que ser puntuales, que son
muy serios en la empresa.
Tras desayunar los dueños de la posada nos hicieron seguirles hasta al
pueblo ya que iba toda la familia a hacer compras. Llegamos a la plaza y nos
apeamos, nos llevan a unas galerías comerciales y… nada. Que no hay empresa de
rafting allí. Uno de los niños de la posada había creído que sabía dónde era y
los mayores se habían fiado. Para colmo, no sabían dónde era y la oficina de
turismo estaba cerrada. Dimos unas vueltas hasta que abrieron la ofi y allí nos
dieron la dirección. Afortunadamente llegamos bien, con una hora de retraso
pero llegamos. Como no había más clientes no tuvimos problema. Me gusto el
lugar porque compartían la empresa de aventuras con un centro de estética
femenina. Podías hacerte las uñas y el bigote antes de montar en barca.
Contratamos y pagamos, firmamos los seguros y nos mostraron el equipo
a emplear: casco, chaleco y remo. No había neopreno. Caramba, a comprar ropa de
baño tuvimos que ir. Menos mal que había una tienda de esos elementos cerca.
Al final ya conseguimos llegar al rafting. Por fin. Nos mostraron los
básicos en tierra, luego repetimos en agua y por fín nos lanzamos a la
corriente. Corriente bastante fuerte ya que había estado lloviendo fuerte
últimamente. Mucho mejor, más emoción aunque el color del agua era un poco
chocolate y no se veía nada dentro. Bienvenidos al río Jaguarí. Por lo que nos
contaron, el tercer río de Brasil más interesante para hacer rafting.
A nosotros no nos defraudó, entre los saltos que tenía y el caudal
extra fue breve pero intenso. Además, que también se puso a jarrear mientras
estábamos en la barca y eso le dio un toque extra de aventura. Eso y 2
capibaras que vimos.
Tras la inmersión en agua turbia que no estaba tan fría como para
necesitar neopreno, todo sea dicho, nos fuimos a duchar a la posada. Antes
habíamos pedido consejo a uno de los del rafting para que nos dijera dónde
comer. Nos recomendó el almacén de Bertolotti (aunque todos entendimos
Bertolucci cuando lo dijo).
Aviso en el almacén |
El Almacén de Bertolotti es un lugar agradable, un almacén que vende
productos de todo tipo para los que allí viven que amplió tras una crisis y
creó una zona de restaurante. Uno de los dueños, que parecen hermanos, de la
familia Bertolotti, nos acogió y recomendó perfectamente. Nos contó la historia
local y la costumbre que tienen de hacer fotos a los famosos que llegan. Esas
fotos las ponen en los servilleteros en las mesas para que los veamos. En
nuestra mesa no los conocíamos, por lo que nos dijo eran pollos de telenovela.
Comida ligera en el almacén |
El caso es que nos recomendó comer un plato de ellos a base de carne
de cerdo y tubérculo. Lomo, torreznos, salchicha, patata… riquisimisísimo, la
verdad. Además, que lo presentan en breve en un certamen en Nueva York. No se
si por allí la comida “sana” triunfará pero a mí me dejó encantado. Además le
dimos también al buffet y a los postres. Todo exquisito. Alguien nos dijo que
en Minas Gerais no se come mal y tenía razón. Aquí el precio fue más elevado
pero no desproporcionado. Salimos felices.
Si ya el día anterior habíamos comido hasta reventar, esta vez fue
incluso peor. Casi caímos dormidos así que decidimos ir a pasear para bajar un
poco la panza. Paseando por Extrema nos entró modorra y sed así que fuimos a
tomar unos refrescos y unos helados y nos sentamos en la plaza a ver el tiempo
pasar.
Gracias a esta situación, en la plaza pasamos una tarde de lo más
entretenida. Había boda brasileña al gusto local. Nos dimos cuenta cuando
empezaron a llegar los invitados a la misma.
Empezó el desfile poco a poco. Vimos gente vestida con trajes cortos,
muy cortos. Algunos cortos por abajo, tanto que tenían que estirarlos para que
no pareciera un cinturón, y otros cortos por arriba, que también tenían que
estirar para que no se escapara nada.
Colores, de casi todos. Mejor no enumerarlos pero los verdes, a mi
modo de ver, fueron los más numerosos.
El shock nos lo llevamos al ver las piernas que no ocultaba uno de los
vestidos cortos. Cosa más fea e impactante no podía ser. Veamos cómo describirlo…
Imaginemos una masa deforme y grasienta de anchura desmesurada de rodilla para
arriba, y fina de rodilla para abajo. No voy a decir que de rodilla para abajo
fuera bonita pero no era desagradable del todo. De rodilla para arriba era
horripilante. Asustaba, daba miedo. Queríamos dejar de mirar aquello, pero no
podíamos. ¿Por qué no se puso una falda larga en vez de minifalda? Qué horror.
Antes de continuar con la boda, dejadme introducir a todo un personaje
que pulula por la plaza de la iglesia de modo rutinario. En las dos tres horas
que estuvimos por allí pudimos estudiar sus hábitos, estos son:
Sujeto: Una mujer no muy madura de edad indefinida.
Higiene: Escasa. La mujer es bastante cochina, lleva la falda bastante sucia.
La mujer dormitando |
Hábitos: Pasa unos 10-15 minutos tumbada en un banco de la plaza de la
iglesia, después se levanta y va a por víveres. Como víveres entiéndase helado,
tabaco y cosas así que creemos que consigue pidiendo durante sus viajes. El
viaje es alrededor de la iglesia, que es el centro del pueblo.
Con los víveres suele retornar a la plaza, busca un nuevo banco,
diferente al anterior, y se recuesta otra vez. Si hay alguien en el banco que
ella elije no duda en despacharlo de un modo sutil consistente en tumbarse en
el banco y extender las piernas. En algunas de las incursiones entra en la
iglesia antes de volver a un banco.
Y es aquí donde vamos a ligar con nuestra historia de la boda. Como en
sus paseos suele entrar en la iglesia, mientras llegaban los invitados ella
entró un par de veces en la iglesia, una casi hasta fumando. Entra y sale, si
hay gente sacando fotos no le preocupa mucho.
Entrada triunfal |
Como Pedro por su casa |
Como estábamos en primera línea y no perdíamos detalle pudimos disfrutar
de la música de entrada, nada más y nada menos que la que da comienzo a la
película 2001 Odisea del Espacio. Casi nada. Yo imaginaba al mono echando al
aire un palo y mientras la novia avanzaba lentamente hacia el altar. Pero ahí
entró en acción la mujer del parque, mientras la novia estaba esperando para
entrar con el padrino, allí se acercó la señora. Todos los que estábamos en el
parque atentos al devenir de la boda, nos quedamos boquiabiertos, allí estaba
la novia y la loca. Menos mal que no le dejaron entrar con la música de 2001
del brazo de la novia.
La boda seguía, de vez en cuando escuchábamos la música y la loca daba
vueltas. El final de la ceremonia nos desencantó un poco porque salieron y se
marcharon sin hacer mucha fiesta.
Nosotros fuimos al local de moda del pueblo, que está en un lateral de
la iglesia (¡cómo no!) que tiene música en directo y mesas en la calle que
ocupan, por lo que deducimos, los habituales del lugar. Todas las semanas
iguales:
- Familia de rubias de agua oxigenada
- Los quinquis del barrio, que están fumando pipas de agua
- Los amigos de los músicos
- La familia numerosa más normal, con los niños.
- Los deportistas que están tomando algo en chándal
- Los extraños, que somos nosotros.
Y, de vez en cuando, la loca del pueblo pasa por ahí. Yo fui al baño y
me contaron que quería quitarme la coca cola y que una de las familias habituales
del local la echó de ahí.
Fragoneta en Extrema |
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Bebidas espirituosas |