domingo, 8 de julio de 2012

Canela

Día 1. Llegamos a Canela.


Salimos de Sao Paulo y pillamos un vuelo a Porto Alegre. Allí llegamos y había un ambientazo impresionante, muchísima gente dandonos la bienvenida, tocando los cláxones de los coches. Además, coincidimos con el aterrizaje de Diego Forlán a Porto Alegre que lo acababa de fichar.

En el aeropuerto pillamos un coche, un volswagen Gol de motor diminuto y consumo comedido para que nos llevara por las carreteras de Rio Grande do Sul hasta Canela. La velocidad máxima es de 80 Km/h y pillamos dos carreteras de pago (2,5 reales la primera y 7,5 la segunda) aunque no eran ni de doble carril y había cambios de sentido cruzando la calzada cada poco tiempo. Hay que conducir con mil ojos por aquí.

Se acerca el invierno
Nuestra llegada a Canela no pudo ser más satisfactoria. Una niebla invadía el ambiente que, por cierto, había enfriado considerablemente. Estábamos a 5 grados centígrados y entre que había niebla y llovía, se notaba un frío que calaba hasta los huesos. Pero Canela así tenía un encanto especial porque era como llegar a otra parte del mundo. Olía a leña en las calles y se veía a la gente abrigada. Maravilloso.


Fantasmagórica catedral
La posada donde nos alojamos era muy agradable, en un barrio muy tranquilo. En realidad todo Canela es tranquilo pero la posada está en una zona muy resindencial en la que no se ve un alma aunque está a 5 minutos del centro. Nosotros nos fuimos andando la primera noche, bajo la lluvia y entre la niebla. Recorrimos la calle principal para hacer un primer contacto con este universo brasileño nuevo para nosotros. Acostumbrados a Sao Paulo, un pueblo de 40.000 habitantes un cambiazo. Y más si parece un pueblo de montaña (dicen que del Tirol, pero como no he estado no puedo evaluarlo así). Caminamos y buscamos la catedral de piedra. Entre la niebla no se veía más que la cruz a lo "lejos" porque estaba bastante iluminada. Según nos acercamos vimos que el resto de la iglesia también lo estaba y muy bonita, además, la niebla le daba un aspecto fantasmal muy interesante.

Luego fuimos a cenar y dando un paseo nos decidimos por un italiano que había cerca de la posada. Se les había estropeado la cocina así que solo servían pizzas, sopas y ensaladas. Bueno, con la lluvia de fuera no queríamos ir a otro restaurante así que nos acomodamos al menú. Dentro del restaurante la gente iba con los abrigos y guantes. Sí que es cierto que no hay calefacción pero no era para tanto.


Día 2. En Canela visita al Parque da Ferradura  y al Parque do Caracol.


El día siguiente amaneció espectacular. Un sol increíble después del desapacible tiempo del día anterior. Teníamos suerte para nuestra excursión planificada. Después de desayunar como señores a base de fruta, bizcochos, embutidos y café, nos fuimos hacia el parque de la herradura (8 reales per testa). No está lejos de Canela pero hay que hacer un buen tramo por una pista sin asfaltar y el coche se pone perdido de barro.

La herradura
La herradura, por abajo.
Llegar allí es llegar a un paraíso. Ahí vimos la herradura, un meandro del río Cai que es espectacular. Bajamos tambíen a una cascada. El descenso nos llevó una hora por una pista ganada a la ladera de la montaña. Muchas veces el sendero parece desaparecer y da sensación de inseguridad pero el esfuerzo es recompensado al llegar a la base de la cascada y a la base del río. Estamos en la herradura. Una preciosidad.

La subida de vuelta se hace dura pero subimos contentos con los ojos llenos por el paisaje, entre árboles y arbustos. La recompensa es que llegamos arriba a otro mirador y nos encotramos con unos tejones que no tienen nada de tímidos y van a saludar a las visitas.. y de paso a pedirles comida. Como nosotros habíamos recolectado unas naranjitas por el camino, se las ofrecimos a los bichos, que muy amablemente, procedieron a aceptar. Hay que decir que las naranjitas eran más ácidas que los limones y no echamos de menos no comernoslas nosotros.
Un tejón muy digno

Después de tanto paseo nos ganamos la comida y fuimos a un rodicio gaucho en Canela donde nos pusimos hasta las cejas de carne que no estaba mal y, por lo visto, bastante más barato que en Sao Paulo.

Con la panza a reventar nada mejor que seguir nuestro día excursionista e irnos al parque de del Caracol (12 reales la entrada) donde vimos una cascada ESPECTACULAR. Y, no conformes con verla desde arriba, procedimos a bajar 700 y pico escalones para verla desde más abajo y sentir cómo nos llovía en la cara. Realmente es cansado subir y bajar tantos escalones pero no desmerece para nada el esfuerzo. Además, hay zonas de descanso para ir aclimatándose a la altitud o para descansar si subir se hace duro.



El salto del Caracol
Antes del salto del Caracol
El parque del Caracol tiene más cosas dignas. Tejones, un camino al lado del río viendo saltos, remansos y presas. Muy bonito y, aunque da pereza después de los escalones, ¡hay que hacerlo!








De vuelta a la posada a lavarnos y luego a conocer Canela sin niebla ni lluvia. Parece mucho más iluminado en general pero resulta que hay un apagón en una zona y hay una parte importante a oscuras. Todo lo que está detrás de la catedral de piedra (ella incluida) está a oscuras así que hoy nos quedamos con las ganas de verla sin niebla aunque ganamos el ver las estrellas que tampoco es malo. Se ven muchas y muy bien. Nos tomamos un chocalate caliente y a descansar el cuerpo.

De estos hay varios
La catedral sin luz

1 comentario:

  1. cierto que solo servían sopas, y menuda supuesta sopa Minestrone!!! si era algo así como puré de lentejas y alubia negra con 4 spaghettis sueltos! Pero estaba buena, y caliente, q era lo importante!!
    Eso sí, el rodizio de Canela después de haber estado en Rio Grande, se ha quedado a la altura del betún, más caro y peor! Es lo q tienen los sitios turísticos!

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