El cartel anunciador

Como somos expatriados, que no apátridas, nos han invitado a asistir a una fiesta de expatriados. Por lo visto existe un club que gestiona estas cosas, ayuda a establecer contactos y demás. El caso es que nos han invitado y hemos acudido, como debe ser.

Deguste de caipirinha.

Pillamos un taxi ¡sin GPS! que nos tenía que llevar a cierta dirección que, obviamente, el taxista desconocía. Más o menos conseguimos que nos acercara, se le dejó un móvil con google maps, preguntó en una gasolinera,  nos paseó y por fín, preguntó a otro taxista y nos medio dejó cerca. En unas calles que no tenían la mejor pinta así que andábamos pelín preocupados. Más no paso nada, sí que es cierto que para llegar al lugar de la fiesta había unas calles feas pero otras no lo eran tanto, depende por dónde fueras. Nosotros fuimos por el lado feo.

Saca algo fresco de la nevera, anda.

 Hicimos cola durante unos 5 minutos porque llegamos pronto. Nos dieron un vale por un bebercio y pagamos 30 reales por la entrada. El sitio era bastante pintoresco, hacía gala a su nombre, Casa 92. Es una casa con distintos ambientes que son las habitaciones de la casa más un pequeño jardín o patio exterior. Por la fotos podréis juzgas qué os parece la decoración.
En una de las habitaciones había un DJ que pinchaba música que no era típica brasileña, más bien parecían temas de películas  de Pajares y Esteso o de la Rafala Carrá. Años 60 y 70. Un pelín extraña pero entraba bien por el oído.

En la cocina también se puede estar.

Hicimos uso de la bebida gratis pidiendo unas caipirinhas que nos sirvieron lentamente. Creo que es el único sitio de Sao Paulo donde no hay exceso de mano de obra. La camarera no daba de sí con tanta gente pidiendo combinados. Como siempre, la caipirinha bien cargada, se ve que les gusta deshidratarse con alcohol para engañar a la mente y pedir más bebida.

En la fiesta había gente de muchos lugares del mundo, o esa impresión daba, lo que pasa es que nos relacionamos más con españoles, que se puede decir que no había pocos. Gente maja, puedo decir.

Gusto recargado en la decoración.

  Marchamos de la fiesta un par de horas después porque había que llenar el estómago y algunas personas debían madrugar al día siguiente. Conseguimos un taxi que nos llevó a un Fifities donde estaba la parte expatriada de Gamesa. Con todo lo grande que es esta ciudad y siempre vamos a los mismos sitios.

No podían faltar ni la Virgen
ni el Sagrado Corazón

Típico salón de te con fotos de
los canes preferidos del la familia.

¡Fiesta loca!